martes, 28 de febrero de 2017

Lógica de la sexuación I. Locuras femeninas






Lógica de la sexuación I. Locuras femeninas

 

 Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

¿El ser hablante es hablante a causa de lo que le ocurrió a la sexualidad, o esto le ocurrió a la sexualidad porque él es el ser hablante?”. Jacques Lacan

"Aún debo contarles la locura de una mujer razonable, para mostrarles que, a menudo, la locura no es otra cosa que la razón bajo distintas apariencias". Goethe, Années de voyage. Citado por Eugénie Lemoine-Luccioni, en: "Partición de las mujeres"

Una lógica de la sexuación


Comenzamos una serie de lecturas de las fórmulas de la sexuación presentadas y desarrolladas por Jacques Lacan, introducidas en su Seminario 19:” …o peor”, formuladas después con precisión en su Seminario 20: “Aun”, y en el último texto escrito por Lacan: “El Atolondradicho”. 

Nos acercaremos a las fórmulas de la sexuación, desde su lógica. Tal como Lacan lo enseñó, la lógica es la ciencia de lo real, el único medio que tenemos de acercarnos a ese imposible de nombrar, a eso que en su tiempo Lacan llamó au-sentido (1), la lógica, desde sus comienzos, se las tuvo que ver con las paradojas y el equívoco del lenguaje (2). Lacan, recurrió también a la matemática y a la lingüística para esclarecer al ser hablante: “Un significante puede ser cada uno de ustedes, precisamente en el tenue nivel donde existen como sexuados.” (3), corrigiendo a Freud, pero sin apartarse de él, más bien retornando a él constantemente.

Los valores sexuales: hombre, mujer


En su seminario 19: “… o peor”, Jacques Lacan, introduce el Fx, el Haiuno o hay del Uno (que no quiere decir que hay el individuo) (4), relacionándolo al Parménides de Platón quien argumenta en contra de la multiplicidad del Ser, si hay Uno, para Lacan significa la recusación de toda relación con el Ser, distinguiendo entre la esencialidad y la unicidad. Si hay Uno, entonces “dos no hay”, fórmula que Lacan utiliza para interpretar que “no hay relación sexual”, dos no hay, sólo Haiuno, es decir, que todos nos identificamos al Falo, que no es, como se esperaría, el pene, sino la causa de que haya significancia: la castración (Fx).

La función Fx, función de la castración, se constituye a partir de la existencia del goce sexual, que es para el ser hablante, como dice Lacan, la puerta al goce a secas, este goce que podemos llamar sadiano: “Gozar es gozar de un cuerpo. Gozar es abrazarlo, abarcarlo, es hacerlo pedazos.” (5). Continúa diciendo que: “Es muy claro que no hay modo alguno de repartir dos series cualesquiera —digo cualesquiera— de atributos que formen una serie macho de un lado, y del otro lado la serie mujer” (6). Posteriormente, Lacan destrozará la división entre activo y pasivo, con lo que se quería repartir los dos sexos.

No hay un significante-hombre distinto de un significante-mujer, es decir, “dos no hay”, sólo Fx, donde x, es lo que hace agujero en el significante fálico, x es una “variable aparente”. La función de castración Fx, es, por eso mismo, la función de interdicción, le dice al hijo: no te acostarás con tu madre y le dice a la madre: no reintegrarás tu producto.

Fx, dice Lacan, no se cumple con el Padre, el padre primordial, el de Tótem y tabú, ese Padre, al no estar castrado, hace existir a todas las mujeres, pero solamente allí. El Padre, siendo la excepción, el al menos uno, este existe uno, hace funcionar a los demás, por tanto —concluye Lacan—, si la castración puede ser negada, entonces es correlativo a la existencia, distingue así, por otra parte, la existencia de la excepción.

La castración es una estructura lógica, no se reduce a una amenaza, ni siquiera a la censura (no es lo mismo interdicción que censura), ahora bien, Lacan propone definir el objeto de la lógica como “lo que se produce por la necesidad de un discurso”, así, la lógica puede cambiar de sentido de acuerdo al sentido de todo discurso y todo discurso toma su sentido de otro discurso.

Lejos de afincarse en el organismo biológico, el sexo se localiza en esa relación perturbada del ser hablante con su propio cuerpo que se denomina goce, este tiene como punto de partida el goce sexual, de ese modo el valor sexual del partenaire que Lacan denomina mujer, hombre, no puede ser abordado por el lenguaje, porque “el lenguaje funciona originariamente como suplencia del goce sexual. De ese modo ordena la intrusión del goce en la repetición corporal.” (7)

Ahora bien, toda función tiene un argumento, la «x» de Fx, Lacan se pregunta: ¿Qué es esa x?, puesto que pertenece a un dominio, el dominio de la función, este debería ser “todo hombre”, pero no sabemos nada de él hasta que entra en la función como argumento y toma el sentido de verdadero o de falso. 

Estrictamente, la función Fx, función de castración, quiere decir que todo ser hablante se define mediante la función fálica, siendo esta función, además, la que obtura la no relación/proporción sexual, la función fálica es la que ordena el deseo para ambos sexos. La pregunta crucial es: ¿Cómo se dan las dos vías de la sexuación si sólo existe un único significante: el falo?


Locuras femeninas


La locura no es lo mismo que la psicosis, la locura pertenece al mismo orden que el “arrebato” o el “arrobamiento” o el “entusiasmo” (las palabras faltan/fallan, como suele ocurrir), las psicosis, por su parte, pertenecen a un cuadro clínico. Queda, entonces, esta distinción.

Si los dos sexos se dividen por la misma relación al falo, es decir, que la identidad sexual nada tiene que ver con el tener corporal, entonces, la pregunta que circula por doquier es saber sobre la manera de ser una verdadera mujer y de ser un verdadero hombre y, toda pregunta, al encontrarse en el campo del lenguaje, es, por eso mismo: semblante, una mezcla de simbólico e imaginario.

Y, sin embargo, “encore”, hay algo que escapa a la lógica fálica, a ese acto hay que mirarlo desde el goce. Los dos sexos se diferencian mediante el placer fálico y la clínica psicoanalítica ha encontrado, desde Freud, que hay algo más allá del principio de placer, eso que Lacan concibió como goce. Para Lacan, el super-yo en lugar de prohibir o ser el lugar de la prohibición del sujeto, es lo que manda gozar, gozar hasta morir.

Ahora bien, el goce, según la lógica fálica, está bien localizado, incluso corporalmente dan cuenta el goce clitoriano y el orgasmo viril y, sin embargo, la clínica psicoanalítica encontró ese otro goce imposible de localizar, ese goce (in)localizable, goce movedizo, nómada. Ese goce otro, se encuentra más bien del lado femenino, pues más allá de la relación de la mujer al falo, hay algo de ella que escapa a esta relación, así, puede decir Lacan que la mujer es no-toda, es decir, no-toda ella está en el semblante fálico, no-toda ella está en el tener o ser el falo, o ser objeto causa de un hombre, el sujeto femenino se asegura de no ser toda como objeto o, en términos lógicos, escapa a lo universal. ¿Qué es este goce del que nada se sabe, ni siquiera el mismo sujeto femenino, aunque lo sienta? Por ese misterio es por donde se cuela la locura femenina.

La fórmula bien conocida: “«LA» mujer no existe”, sino que siempre es una a una, tiene su correspondiente en la otra fórmula relacionada a la no-relación sexual: “«EL» hombre existe, pero la mujer no quiere encontrarlo”.

Por eso Lacan pudo decir:

Así el universal de lo que ellas desean es locura: todas las mujeres están locas, como se dice. Es incluso por eso por lo que no son todas, es decir, no locas-del-todo / no para-nada-locas, [pas falles-du-tout] acomodaticias más bien; hasta el punto de que no hay límites a las concesiones que cada una hace para un hombre de su cuerpo, de su alma, de sus bienes.” (8)

Es decir, el universal: “EL hombre” es aquello que provoca ese amor loco de las mujeres que al ser no-todas, se vuelve ilimitado, por eso, si una mujer es síntoma de un hombre, un hombre para una mujer es el estrago, lo es porque lo ilimitado del amor de una mujer demanda un amor también ilimitado de un hombre, lo que puede provocar que la mujer exija que el hombre sea todo de ella, también están los actos feroces de una “verdadera” mujer, como el acto de Medea.

Un amor no-loco o menos tonto


Sabemos que Freud se quedó para siempre con una pregunta sin responder: ¿Qué quiere una mujer? Muchos y muchas (aquí sí es necesario esa correspondencia con lo masculino y femenino tan mentado entre lo políticamente correcto), quisieron responder a la pregunta multiplicando las cosas que una mujer puede tener: esposo (también partenaire, incluso varios formando serie), hijos, poder económico (incluso político), con lo que bien podría conformarse y sentirse “realizada” como dice y nombra el lenguaje contemporáneo (no digamos feminista), pero, sin embargo, la clínica demuestra una y otra vez que el malestar la persigue, que —como sostiene Colette Soler— no es lo que ella quiere, y quizá la verdad sea que la una-mujer no quiere.

¿Qué sería entonces, un amor no-loco o menos tonto? Tanto las mujeres como “los partidarios del deseo” (como Colette Soler llama a los hombres), estamos condenados a no entendernos, este es un descubrimiento de Freud, quizá no sea “desde siempre” que no nos entendemos, es la “maldición sobre el sexo, que Freud evoca en su Malestar” (9), esto viene aparejado al amor, en otros casos no se da en la misma medida, sólo en el amor el sujeto quiere ser uno con el objeto amado, y ese delirio lo perseguirá mientras dure el amor, pero sabemos que el amor es lo que menos dura y esto no va con la exigencia ilimitada de una mujer, como podemos ver, esto no avanza, pero, por el contrario, los encuentros se dan y se vive en una “atmósfera de amor” o de su exigencia, alimentada por esa feminización característica de la hipermodernidad.

Pero sobrevienen también los síntomas de aquello que no marcha, los síntomas son esos inventos que el sujeto vive como solución a lo que no va, solución que es, a su vez, un problema. ¿Qué hacer entonces con el síntoma-amor?

Nada se puede, sostiene Lacan (también dice —irónicamente— que “el sujeto siempre es feliz”), salvo atenuar mucho los poderes del amor por medio de un análisis, poniendo de relieve su engañoso espejismo, ya que uno y uno no dan uno, la soledad acompaña a cada partenaire, el goce no se comparte, sólo disimula el narcisismo bajo el velo del amor hacia otro, autoengaño generado por el sujeto para encubrir la búsqueda de su propio bien. El engaño termina cuando termina el amor y sobreviene el odio, por eso Lacan transformó el enamoramiento en: odiamoramiento (hainamoration).

En este momento histórico, donde hay una declinación del Nombre del Padre, donde los ideales se han perdido para dar paso al aislamiento y a lo ilimitado de las demandas, donde el sujeto es feliz con su gadget tecnológico, el amor ideal se ha perdido, la lista era grande: el amor homosexual a la antigua (i. e. la griega), el amor cortés de la Edad Media, el amor glorioso de los clásicos, el amor divino (10). Nada de esto ya existe. Sin modelo de amor, sólo queda el encuentro azaroso. Este amor sintomático, con su carácter repetitivo y compulsivo, es el que el psicoanálisis descubre.

Dos versiones de la “solución” a los impasses del amor, vendría por la de un “amor esclarecido que no exalta ni a la Dama ni al Hombre, que les corta las alas a las habladurías auto-gozadas del amor” (11) y, por otro, un amor menos tonto sería aquel verdaderamente ateo, es decir, aquel que niega la omnipotencia del Otro (12). 

Notas y bibliografía:


(1) El “au-sentido”, es otro nombre de lo Real lacaniano, este nombra la ausencia de sentido y de relación/proporción sexual.
“Freud nos advierte que el au-sentido [ab-sens] designa el sexo: es en la hinchazón de este sentido au-sexo [ab-sexe] que una topología se despliega en la que es la palabra la que corta.
Partiendo de la locución: «eso no anda sin decir», se ve que es el caso de muchas cosas, incluso de la mayoría, incluida la cosa freudiana tal como la situé por ser el dicho de la verdad.
No andar sin… es hacer pareja, lo que, como se dice, «no va de suyo».” 
Jacques Lacan. El Atolondradicho. En: Otros escritos. Trad. VV. (Buenos Aires: Paidós, 2012). Pág. 476
(2) “Recordaré tan solo que ninguna elaboración lógica, desde antes de Sócrates y de otras tradiciones que la nuestra, procedió nunca de otra cosa que de un núcleo de paradojas, para utilizar el término, admisible por doquier, con que designamos los equívocos que se sitúan a partir de este punto, que, por llegar aquí tercero, es asimismo primero o segundo.” Jacques Lacan. Ibídem. Pág. 517

(3) Jacques Lacan. …o peor. Trad. Gerardo Arenas. (Buenos Aires: Paidós, 2012). Pág. 32
(4) “Esto debe ser sabido por muchos: Haiuno no quiere decir que hay individuo. Por eso mismo les pido que el punto del cual ese Haiuno proviene. Es decir, que no hay otra existencia del uno que la existencia matemática. Hay un argumento que satisface una fórmula, y un argumento que está completamente vaciado de sentido; es simplemente el Uno como Uno.” Jacques Lacan. O. C. (Pág. 184)

(5) Jacques Lacan. O. C. Pág. 31
(6) Jacques Lacan. O. C. Pág. 182
(7) Jacques Lacan. O. C. Pág. 41
(8) Jacques Lacan. Televisión. En: Otros Escritos. (Buenos Aires: Paidós, 2012). Pág. 566
(9) Jacques Lacan. Televisión. O. C. Pág. 557
(10) La lista no es exhaustiva, nos la da Colette Soler en su magnífico estudio: Lo que Lacan dijo de las mujeres. Trad. Ana Palacios. (Buenos Aires: Paidós, 2006)
(11) Colette Soler. Op. Cit. Pág. 249
(12) Leonardo Gorostiza. En: Carmen Gonzáles Táboas. Un amor menos tonto. Una lectura del seminario XXI de Lacan. (Buenos Aires: Grama ediciones. 2015). Pág. 21








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