domingo, 13 de enero de 2013

El Tiempo Lógico del Análisis




El Tiempo Lógico

Una lectura de: "El Tiempo Lógico y el Aserto de Certidumbre Anticipada. Un Nuevo Sofisma" de Jacques Lacan




Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés



Introducción: Deseo de comprender



Este trabajo parte de una constatación y de una paradoja: Lacan es ininteligible, su estilo —“Gongorino” dicen algunos– se constituye en un gran obstáculo en cada lectura, pero, a pesar de que lo que se diga del estilo de Lacan, es el que mayor interés despierta, se han multiplicado sus traducciones, ediciones, re-ediciones. Todo parece indicar que justamente esa fama de “oscuro”, con el que lo califican, sea la forma de atraer más lectores. ­­

Creemos que su estilo constituye un desafío y provoca (obliga) a leerlo sin prisa y también obedece a la condición de un inconsciente estructurado como un lenguaje: utilizamos el lenguaje para hablar de él; tenemos, ahí mismo, un enorme obstáculo, similar al que tienen los lingüistas al tener que decir con el lenguaje sobre el lenguaje como objeto de estudio.

Jacques Lacan no construyó una “teoría” que luego desarrollaría o aplicaría, más bien su enseñanza, aunque está llena de conceptos nuevos, se dirige a mostrar el proceso de construcción de conceptos, sus articulaciones, sus límites y también sus insuficiencias pues, el concepto, también se halla sometido a las leyes del significante y por lo tanto al equívoco. Lacan enseñó a leer a Freud: no lo repite, menos lo “supera”, sino que recorta, corrige, encuentra sus imbricaciones con la producción del saber de su época: la antropología, la lingüística, la topología; Lacan, encuentra la novedad en su “retorno” a Freud.


El deseo de Lacan



En su texto: Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis (1), refiriéndose a la prisa con la que presentó éste al Congreso de Roma en 1953, dice: “A más de que hemos demostrado, en un sofisma ejemplar del tiempo intersubjetivo, la función del apresuramiento en la precipitación lógica donde la verdad encuentra su condición irrebasable.”; enviándonos, en una nota, a otro texto suyo: “El Tiempo Lógico y el Aserto de Certidumbre Anticipada. Un Nuevo Sofisma” (2) que viene precedida de una curiosa explicación, nos dice allí, que el artículo lo escribió a pedido del director de una revista: Cahiers d’Art, que celebraba su cuarto año de publicación y que lo escribió con la idea clara de que así lo hacía inencontrable. 

Hay pues un deseo de Lacan de ser inencontrable y, también, como veíamos más arriba, de ser ininteligible. Jacques-Alain Miller sostiene que en Lacan hay algo de histérico. “El ofrecimiento de la histérica es algo así como: «goza de mi enigma», y así es en Lacan. Con su obra, con sus Escritos, con su estilo, suscita el comentario justificando seminarios, conferencias y coloquios para saber lo que él quiso decir. (3)


El tiempo del análisis como la singularidad en Lacan



El Tiempo Lógico del Análisis nos lleva a aclarar algunos puntos de las sesiones cortas propuestas y practicadas por Lacan. Sabemos que las sesiones cortas es uno de los puntos que más controversias ha causado en la práctica de Lacan y del que habló muy poco en sus textos, la acusación principal para su expulsión de la IPA fue precisamente el acortamiento de las sesiones así como su efecto sobre los denominados “análisis didácticos”, Lacan sostiene que la dirección de la cura en psicoanálisis está dada sin duda por el analista, es decir, entra en juego también su “deseo”, todo esto deriva en los fines del análisis y en la formación del analista, temas que quedan fuera de los alcances de este trabajo.

El “ultimo” Lacan, es también el primero, quizá redoblado, por donde se lo mire siempre se encuentran imbricaciones entre los momentos/movimientos de su pensamiento, esto lo confirma su “sofisma personal” escrito entre 1944 y 1945 que comenzó a madurar diez años atrás, como lo afirma la anécdota contada por Roudinesco (4), este consiste como bien comenta Jacques-Alain Miller, en su lectura del seminario 25, en una elaboración sobre el tiempo, de las “vacilaciones” que conducen a un acto capaz de crear las condiciones para ser verificado, por eso, por ejemplo, en la neurosis obsesiva toda decisión siempre es la errada. 

Este sofisma corresponde a una “lógica colectiva”, en oposición a una lógica de lo “general”, apunta al cuadrante más “social” e “histórico”, apunta a nuestra época marcada por el “éxito” que permite, a su vez, el imperativo: “¡Goza!” ya que los sujetos en cuestión, en el problema lógico, están apremiados por encontrar una salida, por encontrar su liberación. Sin embargo, Lacan, se aleja de cualquier espíritu de “libertad humana” defendido por la filosofía existencialista de vertiente sartreana, lo que a Lacan le interesa en su “valor lógico”, que se expresa en su acepción clásica como paradigma “para resolver las formas de una función lógica en el momento histórico en que su problema se presenta al examen filosófico” (5). Es la forma lógica de una cadena de razonamiento lo que le interesa al lógico “odioso al mundo”.


El tiempo lógico del análisis



En su texto: “El Tiempo Lógico y el Aserto de Certidumbre Anticipada. Un Nuevo Sofisma”, Lacan nos presenta lo que él denomina un problema de lógica. Tres detenidos pueden salir en libertad bajo ciertas circunstancias que se parecen a un concurso de modo de razonamiento. El director de la cárcel les dice que saldrá en libertad uno de ellos y que para decidir quién, se someterán, si les parece, a una prueba, está consiste en lo siguiente: El director tiene cinco discos, dos de color negro y tres blancos, se pondrá a cada uno, entre los hombros, uno de éstos discos, así, podrán ver los discos de sus compañeros, pero no podrán hablar entre ellos y aquél que considere que conoce el color de su disco deberá caminar hacia la salida donde se le preguntará sobre su razonamiento, es decir, que deberá lograr la respuesta por medio de un razonamiento y no por mera adivinación. A continuación, Lacan nos presenta la solución perfecta del problema. Después de haberse considerado entre ellos durante algún tiempo, los tres detenidos se dirigen, al mismo tiempo, a la salida y allí dan cuenta de un mismo razonamiento que lleva a la solución final: cada uno tiene un disco blanco en la espalda.

Lacan modula tres tiempos y dos escansiones en el proceso de razonamiento de los tres presos, que llama “momentos de la evidencia”.


El tiempo de ver



El valor del sofisma está en que puede ser transformado en una ecuación, es decir, los tres sujetos, que tienen que arribar a una misma solución, pueden ser puestos en un solo lugar: A, quien tiene que confrontar a B y C. Existen tres posibilidades de estado de los discos: tres blancos; dos blancos un negro; un blanco y dos negros. Lo que Lacan quiere demostrar con este sofisma es el valor de la suspensión del tiempo que tiene mucho que ver con la solución del problema, es decir, si A hubiera visto en las espaldas de B y de C dos discos negros la solución habría sido instantánea “y su tiempo de fulguración” –dice Lacan–, pero no fue así, hay un tiempo de duda. 

Es el instante de la mirada, es el momento en que lo dado se transforma en dato, expresado en la equivalencia lógica: “dos negros :: un blanco”, puesto que estando entre dos negros concluiría rápidamente que se es blanco.


El tiempo de comprender



Si A hubiera visto dos discos blancos razonaría que si B y C hubieran visto que él es negro no tardarían en darse cuenta que son blancos, es el tiempo de comprender, es interesante notar que la frase: “no tardarían en darse cuenta” responde a la condición de observar la acción de los otros sujetos, es decir, si alguno se dirigiría hacia la salida se estaría seguro de lo que ha visto y también el momento de meditación: “Si yo fuese un negro, él habría salido sin esperar un instante. Si se queda meditando, es que soy un blanco”. El tiempo de comprender no puede ser indefinido, porque hay una prisa en determinar una solución que es, al mismo tiempo un acto: dirigirse a la salida, si uno duda mucho tiempo los otros dos avanzarán primero, así pues, el tiempo subjetivo del comprender tiene que objetivarse como reciprocidad de los sujetos y conduce al tiempo de concluir.

El tiempo de concluir



“Me apresuro a afirmar que soy un blanco, para que estos blancos, así considerados por mí, no se me adelanten en reconocerse por lo que son.” El momento de concluir está determinado por la condición de avanzar hacia la salida, con lo que se reconoce que toda decisión es un acto; antes que el sujeto tenga la comprobación última de su aserción, tiene que anticiparse y decidir, es decir, se precipita a decidir, pues si deja que los otros se adelanten ya no podrá reconocer que no es un negro.

“Pasado el tiempo el tiempo para comprender el momento de concluir, es el momento de concluir el tiempo de comprender.” 

No es la situación grave o apremiante lo que precipita el momento de concluir, sino el movimiento lógico del juicio del sujeto, este es el acto que manifiesta a los otros que ha terminado su deducción. La tensión temporal culmina en el acto de avanzar hacia la puerta, en el momento en que los otros se lanzan a la misma salida. Es el aserto del sujeto de su verdad pero que somete a la duda para alcanzar una certidumbre anticipada.


Valor lógico del sofisma



La angustia, con su forma ontológica, aparece en la precipitación al acto que toma el valor de una decisión, se encuentra en la frase gramatical: “por temor a…” que el retraso produzca el error; se encuentra en dicha frase la forma personal del sujeto del conocimiento: “yo”; al contrario de lo que sucede en las dos etapas iniciales, donde brilla un sujeto impersonal: “se”, “se sabe que…”. 

Únicamente en el pasaje al acto de la decisión de un “yo”, sujeto del conocimiento, se encuentra esa “pulsación de un tiempo lógico”, ese “yo”, es producto de la subjetivación de la competencia con el otro en la función de un tiempo lógico. Todo lo que Lacan quiere demostrar es que todo juicio es esencialmente un acto y que este acto se adelanta a su certidumbre, debido a una tensión temporal que no es más que la relación con los otros: si es semejante o desemejante de los otros.

El aserto subjetivo se escribe en estos términos:

Me he apresurado en concluir que yo era un blanco, porque si no ellos debían adelantárseme en reconocerse recíprocamente como blancos (y si les hubiese dado tiempo para ello, los otros, gracias a aquello mismo que hubiese sido mi solución, me habrían lanzado en el error)”.

La verdad en el sofisma es la que toma el valor de un acto: la libertad alcanzada por igual de los detenidos, la verdad siempre avanza en cuanto a la referencia de un “yo”, en la medida misma en que “son otros los unos para los otros”. La verdad aquí, es el error de los otros, pero también —y aquí Lacan es desmedidamente irónico— si bien la verdad que se alcanza es individual, no se la alcanza sino por los otros.


Exergo con Sartre



Según Élisabeth Roudinesco (6) —en su tan comentada biografía de Lacan (impugnada por unos, ensalzada por otros)— el comentario de sobre el sofisma de los prisioneros y que Lacan decía era un ensayo de “lógica colectiva”, iba dirigida contra la concepción sartreana de libertad humana, precisamente en el año en que Lacan redacta este ensayo había aparecido la obra teatral de Sartre: Hui clos (A puerta cerrada), en ella se trata de la historia de tres personajes, tres “conciencias muertas” encerrados por toda la eternidad por haberse condenado ellos mismos a no quebrantar nunca sus cadenas, era en realidad la puesta en escena de la teoría sartreana de la libertad desarrollada en: El Ser y la nada, en la que el individuo solo, es incapaz de conseguir la libertad, pues está en él presente eso que Sartre llama la “mala fe”, o en términos marxistas la “mala conciencia”. 

La “mala fe”, es como leía Sartre al inconsciente freudiano, como se podrá seguir, Lacan se oponía a esta tesis sartreana; con su “sofisma personal” se proponía demostrar que el Hombre no sólo no es libre de escoger sus cadenas, sino que está condenado a integrarse a la comunidad de los Hombres por medio del razonamiento lógico, de ese modo la libertad humana, para Lacan, dependía de lo temporal, de un tiempo para comprender, pero sabemos que el tiempo de comprender se reduce el tiempo de concluir que, a su vez, se confunde con el instante de la mirada. Uno reconoce su verdad (el acto de concluir), en el momento de vacilación del otro: el aserto de certidumbre anticipada.


Notas:



(1) En: Lacan, Jacques. Escritos 1. Trad. Tomás Segovia. (México: Vigésima Edición, Siglo XXI Editores, 1998). Pág. 231
(2) Lacan, Jacques. Obra Citada. Pág. 187
(3) Jacques-Alain Miller. Seminario el Deseo de Lacan. (Buenos Aires: Atuel, 1997)
(4) Élisabeth Roudinesco. Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento. Trad. Tomás Segovia. (México: Fondo de Cultura Económica, 1993)
(5) Lacan Escritos. O. C.  Pág. 189
(6) Élisabeth Roudinesco. Lacan. O. C. Págs. 255 - 266

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