sábado, 24 de julio de 2010

Actualidad de la crítica literaria académica



 


















Actualidad de la crítica literaria académica
(Dos libros de Crítica Literaria: Las tentaciones de San Ricardo y Viaje y narración: las novelas de Jesús Urzagasti)

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés


¿Qué es la literatura?


Lo que nos interesa en esta nota es reseñar los libros: “Las tentaciones de San Ricardo” de Marcelo Villena y “Viaje y narración: las novelas de Jesús Urzagasti” de Ana Rebeca Prada, (los dos autores son catedráticos de la Carrera de Literatura de la UMSA) pues nos parece útil promover una comparación entre ambos textos ya que pertenecen a dos maneras diferentes de enfocar la literatura.
Manuel Asensi en: “Crítica límite/El límite de la crítica” sostiene –escribiendo sobre el marco de la literatura– que la teoría literaria está fundada en la oposición: interior/exterior, para él, la “Poética” de Aristóteles inaugura el trazo de esa frontera que luego discurrirá en la teoría literaria, como ejemplo está el formalismo ruso que en su primer momento considera que la ciencia literaria toma como objeto de estudio no al texto literario sino lo que hace literario a un texto; lo mismo habrían hecho, a su turno, el estructuralismo y la semiótica. Ahora bien, el diferenciar los lugares interiores de los exteriores a la literatura proviene de una pregunta metafísica: ¿Qué es la literatura?

 Viaje y narración: las novelas de Jesús Urzagasti

 

Ana Rebeca Prada parece decirnos que la literatura carece de fronteras y, por tanto, todo puede entrar a formar parte de ella. Este es el razonamiento perseguido en su libro (su tesis doctoral modificada en poco) pues lo que intenta es desleír (me niego a utilizar el término deconstruir) las fronteras existentes entre una obra literaria (la de Jesús Urzagasti) y otros textos (etnológicos, históricos, filosóficos); así, la lectura que realiza de los textos narrativos de Urzagasti se abren a dos tipos de discursos contemporáneos (“voluntad de hacer ‘dialogar’ las teorías con el texto literario”, dice Prada): una cierta clase de pensamiento postmoderno y el pensamiento postcolonial. Con honestidad intelectual Prada nos advierte que ambos pensamientos pueden tener puntos de contacto pero, muchas de sus ideas centrales son incompatibles, lo raro es que a pesar de esta constatación sigue adelante y ensaya construir una trama que le permita leer la narrativa de Urzagasti. Parece ser, entonces, que la obra del escritor chaqueño sirve a Prada como pretexto para acceder a una construcción teórica dejando a la obra literaria como objeto secundario. Esto presupone una manera de ver la literatura, esa de creer que “gran parte de la literatura boliviana, [...]elabora un pensamiento dirigido a dirimir la complejidad social, cultural e histórica de la realidad nacional”(p.417); por tanto “Urzagasti plantea la posibilidad de imaginar un ser individual y colectivo exterior, alternativo al Estado y a su propia lógica nacional, cultural, económica”.

“Viaje y narración...” está dividido en tres partes: una teórica; otra en la que se mira a “Tirinea” y a “En el país del silencio” (las dos novelas principales de Urzagasti) con lentes Cliffordianos, es decir, ver a la narración como “viaje cultural”; la última, en la que se lee a “Los tejedores de la noche”, a partir de la noción de “nomadismo” trabajada por Deleuze y Guattari.

Ahora bien, la mejor de las tres partes es la teórica pues Prada realiza un excelente resumen de las nociones de “viaje cultural” y de “nomadismo”. James Cliford, proveniente de la etnología norteamericana, es el que desarrolla el concepto de “viaje cultural”, que se enmarca dentro de los estudios postcoloniales. Viaje implica movimiento, tránsito y cambio; el viaje sería los “diferentes modos de residencia y desplazamiento, trayectorias e identidades, narración de historias y teorización, en un mundo postcolonial de contactos globales” –dice Clifford– (traducción de la autora del original en inglés), Prada aclara que “[p]uede pensarse en el concepto de ‘viaje cultural’[...]como una intervención epistemológica que problematiza conceptualizaciones ortodoxas, esencialistas de términos como cultura, identidad, comunidad, autenticidad, etnicidad, asimilación, etc.” Siguiendo esta línea, después de una amplia descripción de las novelas “Tirinea” y “En el país del silencio”, Prada entiende que existirían varias formas de viaje en las dos novelas, la primera está relacionada con la migración que, a su vez, se liga con la sociedad rural boliviana. Los narradores-personajes de las novelas de Urzagasti se perciben como “viajeros”, “caminantes”, “forasteros”, “errantes”, etc., por lo tanto para Prada las novelas podrían ser descritas como “un complejo tramado de viajes, en las connotaciones más diversas que tiene el término”.

Con el concepto de “nomadización” ocurre otro tanto, después de estudiar prolijamente –en su edición original– el “Mille Plateaux” de Deleuze y Guattari, Prada procede a leer “Los tejedores de la noche” hallando, entre las páginas 105 y 109 de ese libro, un verdadero manifiesto del nómada.
Al final, en sus conclusiones, Prada admite que “estas teorías no tienen que ver directamente con lo literario, [pero]se constituyen en perspectivas muy útiles a la hora de cotejarlas con las formas en que la literatura promueve, desde su lógica y especificidad, una propia ‘teoría’ de la cultura”. Pero no nos dice en qué consiste esa “propia teoría” o de qué manera se constituye “lo literario”.

 Las tentaciones de San Ricardo


Pasemos al texto de Villena. Si quisiéramos volver a la pregunta de Asensi: ¿Qué es la literatura? e intentar que nos lo conteste el libro de Marcelo Villena, hallaríamos que éste parte de otro presupuesto, uno que le viene dado de Walter Benjamin (a quien, sin embargo, no cita) que escribió: “En mi escrito ´Las afinidades electivas de Goethe´ intenté llevar a cabo la idea de iluminar una obra absolutamente a partir de ella misma” y precisamente al comienzo de su ensayo sobre Goethe, Benjamin sostiene –diferenciando el comentario de la crítica–: “Si para usar una comparación, se quiere ver la obra en crecimiento como una hoguera en llamas, el comentarista está frente a ella como un químico; el crítico como un alquimista. Mientras que para aquél sólo quedan como objeto de su análisis maderas y cenizas, para éste sólo la llama misma conserva un enigma: el de lo vivo.” Pues bien, Villena hace eso, ser un alquimista leyendo el fuego de la narrativa de cinco de los más grandes escritores bolivianos del siglo pasado, enumerémoslos en el orden de aparición en el libro: Arturo Borda, Carlos Medinaceli, Oscar Cerruto, Jaime Saenz y Ricardo Jaimes Freyre. A la lectura de estos autores le antecede un texto que es la base programática de su crítica (“El gesto bien temperado”) y que es, a nuestro modo de leer, lo mejor del libro.

“El gesto bien temperado” comienza diciendo que la historia de la literatura en Bolivia es una “lucha de gestos”, es decir, una “confrontación de haceres”, puesto que gesto “es un hacer propiamente dicho [...] o, más precisa y etimológicamente, desde el siglo VI, como ‘gestus, -us’: un hecho, una obra” (p. 18). Siguiendo al Barthes de “El grado cero de la escritura”, Villena busca la manera en que una escritura, mediante la elección de una forma, se relaciona con el mundo y la sociedad. La escritura como “praxis que actúa en el cruce de la lengua y el estilo” puede, debido a esa función articulatoria, desligarse de las ataduras y determinaciones de la “representación” para ser: “un gesto [...] a través del cual lo íntimo se inscribe en el mundo”. Según Villena una historia de la literatura no debe interrogar por la personalidad civil de los escritores, ni por el contenido de la obra, sino por “la responsabilidad de la forma” (Barthes citado por el autor). Con estas armas Villena arremete contra la que llama “Santa Alianza”, compuesta por aquellos que consideran a la obra literaria como “documento” ya sea como una “instancia de mediación entre el Estado y la Sociedad Civil [Javier Sanjinés]”, como “espacio de inscripción de proyectos y sujetos nacionales [Leonardo García Pabón]” o como espacio de “diálogo” entre teorías de toda laya (Ana Rebeca Prada, Elizabeth Monasterios) añadiríamos nosotros. Incluso en el saco de la Santa Alianza podría encontrarse “Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia” (Alba María Paz Soldán, Blanca Wiethüchter) pues una historia de la literatura no debería “plantearse el descubrimiento de nuevos astros, obras o autores ignorados por los firmamentos oficial u oficiosamente establecidos.

Al contrario, y porque un efectivo descubrimiento se impone, involuntario, sin proponerse, el desafío de nuevos firmamentos consistirá más bien en ensayar una ‘interpretación sabia’ ajustando algunas obras (más o menos canónicas, no importa) con cierta inteligencia en la lectura.” Para Villena, una historia de la literatura deberá plantearse: “imaginar una gesta”, pues ésta reuniría aquellos haceres que comparten una misma perspectiva poética. Con este “programa” Villena lee la obra narrativa, de los escritores que ya hemos enumerado, encadenando gestos e iluminando cada una con la luz de la propia obra, realizando diríamos un “acto de lectura” (parafraseando al Lacan del “acto analítico”). Así, por ejemplo –y para muestra un gesto–, “El Loco” de Arturo Borda mostraría los gestos del perverso: perversión del símbolo y, por tanto, del lenguaje, pero también perversión del orden de la literatura boliviana. Villena lee a “El Loco” a partir de la obra misma. Con la ayuda de Saúl Katari el “investigador” de “El Caserón del pobre” (Divagaciones II, T. 1) va encontrando que “El Loco” no puede remitirse al fácil expediente de lo autobiográfico donde la escritura se subordina a la historia vivida. “El Loco” rompe con los dogmas de la “expresión” y la “representación” y asume más bien, una “ficción de la no ficción”.
¿Hay algo que reprocharle a Villena, además de incluir en su texto la obra de Julio de la Vega (creemos que a ésta todavía le falta mucho tiempo para codearse con los grandes), o que cite demasiadas veces a Barthes? Quizá el uso lúdico del lenguaje, que en algunos lugares aburre al lector, pero que bien leído, obedece a dos rasgos de un buen texto: rigor y entusiasmo. ¿Qué más se puede pedir?

Nota bibliográfica


Prada M., Ana Rebeca. Viaje y narración: las novelas de Jesús Urzagasti. (La Paz: Sierpe Publicaciones, 2002)
Villena A., Marcelo. Las tentaciones de San Ricardo. Siete ensayos para la interpretación de la narrativa boliviana del siglo XX. (La Paz: IEB, 2003)
Asensi, Manuel. Estudio introductorio: Crítica límite/el límite de la crítica. En AA.VV. Teoría Literaria y deconstrucción. (Madrid: Arco/Libros, 1990)
Benjamin, Walter. Dos ensayos sobre Goethe. (Barcelona: Gedisa, 1996)